Editorial: En la muerte de Facundo Cabral
La muerte de Facundo Cabral provoca doble consternación.
Por: Redacción ELTIEMPO
12 de julio de 2011
Facundo Cabral pertenecía a lo que podría denominarse izquierda mística. Aunque formó parte de los artistas de protesta que en los años 60 cantaban a favor de un orden social más justo y en contra de las dictaduras, fue, sobre todo, un hombre de paz. Sus primeros gestos de rebeldía tenían visos étnicos (debutó como 'el Indio Gasparino'), folclóricos (seguía a Atahualpa Yupanqui) y de crítica social (admiraba a Violeta Parra). Pero nunca fue activo militante político ni -aun menos- heraldo revolucionario.
Cuando cambiaron los tiempos, con el ascenso de la democracia en el continente, su obra se apartó de la línea de protesta y buscó otras fuentes de inspiración. En los soliloquios que eran parte de su espectáculo artístico señalaba aquel momento fundamental de su vida cuando escuchó de boca de un menesteroso el Sermón de la Montaña, donde Jesucristo exalta las bienaventuranzas. Fue esa la semilla de un misticismo cristiano que consolidó en los años maduros de su vida con el refuerzo de pacifistas ilustres, como Gandhi, poetas de elevado humanismo, como Walt Whitman, y autores espirituales, como Jalil Gibran.
Nacido en Argentina en 1937, Cabral dejó una treintena de discos de variable éxito, más de veinte libros de poemas y reflexiones y cientos de presentaciones en vivo. La obra por la que se le recordará siempre es No soy de aquí, ni soy de allá, una bella canción-poema a la que adosó diversas estrofas. Fue esta, justamente, la última pieza que interpretó el jueves pasado en Quetzaltenango (Guatemala), en el que vino a ser su concierto postrero. Dos días después caía asesinado por sicarios en el aeropuerto de la capital.
La muerte de este cantor, a quien alguna vez se propuso para el Nobel de la Paz, provoca doble consternación. Primero, por el cruel final de quien difundía un mensaje de espiritualidad y hermandad. Y, segundo, porque revela hasta qué punto Guatemala y Centroamérica son el más reciente foco de la violencia y la corrupción del narcotráfico. Ojalá el lamentable sacrificio de Facundo Cabral sirva para que nos detengamos a pensar si es sensato proseguir un camino de represión que no ha podido acabar con el negocio de la droga -al contrario, lo alimenta- y en cambio está liquidando la seguridad y los valores de muchas sociedades que lo padecen.
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