domingo, 3 de marzo de 2024

LO CORTEZ NO QUITA LO CABRAL. 28ava parte. Facundo Cabral


Mi madre amaba esta canción tanto como ustedes y como yo, es más, debería haberla escrito yo, pero Alberto me la plagió antes de que a mí se me ocurriera y es comprensible porque tenemos en común el lenguaje de la infancia y el mismo paisaje, la interminable llanura que nos confirma el infinito que nos enamora de la eternidad (Yupanqui, nuestro cantor mayor como la guerra y la paz de Tokstoi, es una manera de la eternidad), la desnudez de la pampa donde señorea la milonga (ese blues de la patagonia) que siempre es un manifiesto, una declaración de principios, una confesión pública. Con Alberto compartimos muchos fervores: Antonio Machado, Quevedo, Lope de Vega, Neruda, Almafuerte, Brel, Borges, la libertad, los aviones, el vino, el queso, el pan, la flora y la fauna, principalmente los gatos, misteriosos señores de la noche, dueños de las baldosas calientes, creados por Dios para que nos hagamos la ilusión de estar acariciando un tigre. Con Alberto compartimos el jazz, que es la manera más bella de la libertad y los clásicos, que le hicieron pensar a Schopenhauer que la música es la más misteriosa manera  del tiempo). Con Alberto y con Ricardo nos cruzamos muchas veces en muchos lugares del mundo hasta que decidimos caminar un rato juntos para divertirnos con lo que más amamos y para compartir la esperanza que nos enriquece día a día, que nos junta con los que quieren vivir con las que saben que la vida está en el presente enriquecido por lo mejor del pasado. (Dice el Martín Fierro que olvidar las cosas malas también es tener buena memoria) F.C.

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