POR UN VASO DE AGUA (2)
El deseo no acaba con el dolor, lo propicia. Al no tener deseo no tendrás ansiedad, que es eterno conflicto, es decir enfermedad, es decir dolor. El deseo y la paz son antagónicos porque el deseo sin límites (el deseo no tiene fin) seguirá provocando pleitos, divisiones, guerras. La paz es orden, por eso para llegar a ella es inevitable un recto pensar y un recto actuar.
La paz individual es la paz del mundo (te darán lo que das). Escucha porque sólo el que escucha puede aceptar o rechazar, por eso el primer paso a la sabiduría es escuchar (solo el que escucha puede escucharse). La mayoría está mal porque no escucha, siempre está predispuesta a rechazar o aceptar de antemano, y sólo el que escucha neutral, objetiva, libremente, puede descubrir (con prejuicios no podemos comprender).
Como los budistas, sé que la palabra no es el hecho, si digo manzana no es la maravilla innombrable que enamora al verano, si digo árbol apenas me acerco a lo que saben las aves, el caballo siempre fue y será lo que es sin saber que así lo nombro. Sé que la palabra no es el hecho, pero sí que un día mi padre bajó de la montaña y dijo unas pocas palabras al oído de mi madre, y la incendió de tal manera que hasta aquí he llegado yo, continuando el poema que mi padre comenzó con algunas palabras.
Vengo del primer hombre maravillado por las bellezas del mundo, por eso a través mío te hablan los beduinos del Negev que todavía hablan arameo, la lengua del hijo del carpintero de Belén, los esenios que lo iniciaron y lo acompañaron al Jordán para que lo bautizara el Bautista, como estaba escrito.
A través mío hablan los discípulos de Confucio y el maestro de Buda, los compañeros de San Francisco, los ayudantes de Michelángelo, el sacerdote que conoció la obra de Bach antes que nadie, los campesinos que vieron pintar a Van Gogh, los vietnamitas que trabajan en los arrozales con el agua hasta la cintura, los vaqueros texanos, los artesanos mexicanos, los mineros bolivianos, los cantores uruguayos, los panaderos chilenos, el gaucho de la Patagonia, por eso este es el libro de todos, el del mundo, el de la vida, un pacto para que no olvides la promesa de juntarnos como Dios quiere para formar la familia que Dios quiere: libre, creativa, generosa y, por lo tanto, feliz. (Continúa 3)
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