lunes, 21 de diciembre de 2015

POR UN VASO DE AGUA (Completo). Facundo Cabral.


Autor: Facundo Cabral 
07/12/2015 

POR UN VASO DE AGUA 

Ofrece una fiesta por el vaso de agua que te dieron cuando estabas sediento, inclínate hasta el suelo por un saludo amable, no ahorres tu vida por el que salvó la tuya, presta atención a las palabras y a los hechos de los sabios, devuelve duplicado el mínimo favor y recuerda que el que es sincero reconoce a todos como uno y paga el mal con bien sin esfuerzo, sin perder la alegría. Haz lo mejor porque lo que está bien hecho dura para siempre. 

John Ruskin pensaba que la riqueza es una fuerza similar a la electricidad porque ambas actúan mediante la desigualdad. El poder de un dólar en el bolsillo de un hombre depende de la falta del mismo dólar en el bolsillo de su vecino.Si uno no lo necesitara, carecería de valor para el otro, pero si el necesitado es pobre y está largo tiempo sin trabajo, el dólar incrementa su valor para el que lo posee, es decir que al perseguir lo que se denomina riqueza, lo que en realidad se busca es el poder sobre los hombres. 

Thoreau, compatriota y amigo de Emerson, era autosuficiente, por eso creía que si un solo hombre en el estado de Massachusetts se negase a tener esclavos (hablamos del siglo pasado) terminaría la esclavitud en Estados Unidos. 

También Tolstoi abandonó la riqueza, el éxito y la abundante y rutinaria vida social para concentrarse en la sencillez y la frugalidad, por eso andaba descalzo, con camisa y pantalón de campesino, sembrando la tierra. Dejó de fumar, de comer carne y de cazar, anduvo por Rusia a pie y en bicicleta educando a los campesinos, consideraba que el exceso era un pecado, luchaba contra el servicio militar y defendía, ante todo, la libertad del individuo. Rechazó el Premio Nobel porque despreciaba al dinero y fue el inspirador del Mahatma Gandhi. 

El deseo no acaba con el dolor, lo propicia. Al no tener deseo no tendrás ansiedad, que es eterno conflicto, es decir enfermedad, es decir dolor. El deseo y la paz son antagónicos porque el deseo sin límites (el deseo no tiene fin) seguirá provocando pleitos, divisiones, guerras. La paz es orden, por eso para llegar a ella es inevitable un recto pensar y un recto actuar. 

La paz individual es la paz del mundo (te darán lo que das). Escucha porque sólo el que escucha puede aceptar o rechazar, por eso el primer paso a la sabiduría es escuchar (solo el que escucha puede escucharse). La mayoría está mal porque no escucha, siempre está predispuesta a rechazar o aceptar de antemano, y sólo el que escucha neutral, objetiva, libremente, puede descubrir (con prejuicios no podemos comprender). 

Como los budistas, sé que la palabra no es el hecho, si digo manzana no es la maravilla innombrable que enamora al verano, si digo árbol apenas me acerco a lo que saben las aves, el caballo siempre fue y será lo que es sin saber que así lo nombro. Sé que la palabra no es el hecho, pero sí que un día mi padre bajó de la montaña y dijo unas pocas palabras al oído de mi madre, y la incendió de tal manera que hasta aquí he llegado yo, continuando el poema que mi padre comenzó con algunas palabras. 

Vengo del primer hombre maravillado por las bellezas del mundo, por eso a través mío te hablan los beduinos del Negev que todavía hablan arameo, la lengua del hijo del carpintero de Belén, los esenios que lo iniciaron y lo acompañaron al Jordán para que lo bautizara el Bautista, como estaba escrito. 

A través mío hablan los discípulos de Confucio y el maestro de Buda, los compañeros de San Francisco, los ayudantes de Michelángelo, el sacerdote que conoció la obra de Bach antes que nadie, los campesinos que vieron pintar a Van Gogh, los vietnamitas que trabajan en los arrozales con el agua hasta la cintura, los vaqueros texanos, los artesanos mexicanos, los mineros bolivianos, los cantores uruguayos, los panaderos chilenos, el gaucho de la Patagonia, por eso este es el libro de 

todos, el del mundo, el de la vida, un pacto para que no olvides la promesa de juntarnos como Dios quiere para ormar la familia que Dios quiere: libre, creativa, generosa y, por lo tanto, feliz. 

Hay quien dice que este no es el momento, pero yo insisto porque la esperanza es hija de la eternidad, no del tiempo, por eso siempre es el momento de salir a buscar a los hermanos que pueblan el mundo, los hermanos que saben que sólo el miedo nos separa, el miedo y sus sectas, el miedo y sus congresos, el miedo y sus cuarteles, el miedo y sus banderas, pero está cercano el día en que dejaremos de lado al miedo para que la ley sea una canción, porque el universo gira alrededor de una canción, no de un parlamento, por eso te recuerdo que el mejor negocio es apostar por la paz, invertir en el amor, que nos salvará. 

El único mandamiento es el amor porque el hilo que une a las virtudes del hombre es el amor, quien lo tiene no puede matar ni dar falso testimonio ni codiciar, el que está lleno de amor no necesita mandamientos de ninguna clase (siembra en tu alegría, que es tierra fértil porque es territorio del amor, es decir de Dios). El alma es conducida a la luz por cuatro caballos blancos: la voluntad, la fe, la caridad y el amor. El hombre tiene poder para hacer lo que quiera, y la fe es el conocimiento de ese poder. 

Cuando la fe actúa, el alma comienza su vuelo, pero una fe egoísta no lle va a la luz porque no hay peregrinos solitarios en el camino a la luz, los hombres alcanzan las alturas cuando ayudan a sus hermanos a alcanzarlas porque nadie llega solo, la verdad es demasiado grande para un solo hombre. 

El caballo que conduce a la vida del espíritu es el amor, el amor puro y desinteresado. El amor universal es hijo de la sabiduría y de la voluntad divina, Dios lo mandó a la Tierra como hombre para que los hombres lo conozcan. Ese amor universal es Jesús, y el más grande misterio de todos los tiempos es que habite en nuestro corazón. Eso lo sentimos cuando vencemos al miedo, las pasiones y los deseos, entonces somos uno con Dios. 

Para la ley humana yo nací hace cincuenta y siete años, pero para Dios, es decir para la vida, hace cuarenta, cuando el viejo Simón, que era pobre por elección, no por accidente ni por indolencia, es decir un señor pobre, me leyó el Sermón de la Montaña en las afueras de Mar de Ajó. 

De allí en más me transformé en un hombre libre (como debe ser), es decir que mi vida se transformó en una fiesta que viví, y vivo, en todo el mundo, desde la austeridad del frío patagónico a la lujuria del Caribe, desde la lúcida locura de Manhattan al misterio que enriquece a la India donde la Madre Teresa sabe que debemos dar hasta que duela.

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